sábado, 19 de mayo de 2012

Una lectora nada común, Alan Bennett

Bennett, Alan, Una lectora nada común, ed. Anagrama, Madrid, 2010.

The Uncommon Reader, 2007

Sin duda, los mejores para reírse de los ingleses son los ingleses. Este librito creo yo que hay que leerlo en clave humorística, cómica. No es tanto que a la reina de Inglaterra le dé por leer conpulsivamente lo que provoca las situaciones cómicas (que también, porque evidencian la ignorancia, incultura en ocasiones, de la clase política), como la descripción de personajes ficticios (supongo) que la rodean y las relaciones y diálogos que mantienen entre ellos. Especialmente divertidos son los personajes cuasicaricaturescos de Sir Kevin y Sir Claude Polelington, el viejo que huele mal y que se queda dormido en cualquier momento. Los diálogos tienen su punto, sobre todo el "nosotros" real para referirse la reina a sí misma.
El laconismo inglés, de palabras escasas pero exactas, es acentuado por la economía de recursos del escritor, que no se va, ni mucho menos, por las ramas. Al libro no le sobran páginas, precisamente. Más bien, le faltan. Cuando llegué al final, no me podía creer que terminara así. Parece un primer (o los dos o tres primeros) capítulo más que una novela entera. Como género, yo diría que es un cuento o novela corta (son 119 páginas con una letra bastante grande, muy generosos márgenes, amplio interlineado, etc. Si el formato fuera más estándar, no creo que superara las 60 páginas).
Esa parquedad de palabras no es análoga a las referencias, y aquí yo creo que al lector español (hablo por mí, pero supongo que puedo generalizar) le puede costar algo más comprender las implicaciones. Evidentemente, se citan muchos literatos, casi todos ingleses y franceses (ninguno español o hispanoamericano, por cierto), y algunos no muy conocidos fuera de sus fronteras (de Robert Frost solo hay un libro publicado en España; ninguno de John Cowper Powys ni de Kilvert, de Joana Trollope tampoco -no sé si decir que afortunadamente-,etc.). Pero es que, además, se presuponen conocimientos sobre ciertos aspectos de la vida real inglesa y de las costumbres de ese país que por aquí no sabemos. De todos modos, no entrañan dificultades para la lectura y su sentido se capta perfectamente, así como las ironías que implican a veces.
La narración es, pues, agradable, ligera y divertida. Merece la pena leerse y, de hecho, tendré en cuenta a Bennett a partir de ahora.
Un consejo de lector a editor: teniendo en cuenta la extensión de las obras de este autor, ¿no podrían agrupar unas cuantas en un solo volumen como han hecho con las primeras novelas de Patrick Modiano?

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