miércoles, 17 de septiembre de 2014

Algo de CF española

Comentaré en esta entrada algunos títulos de ciencia ficción escrita por autores españoles, sean antiguos o recientes, de novela o cuento, sin ánimo de ser exhaustivo ni completo, ni siquiera panorámico. Es posible que entre estas obras se encuentren algunas de las mejores novelas de ciencia ficción española; si bien también lo son algunas que no aparecen aquí, y no pretendo establecer tal ranking, siempre personal. Iré de más reciente a menos. Los títulos son:

- Con otros ojos, Fabián Plaza Miranda, 2011                               
- Ciudad sin estrellas, Montse de Paz, 2011
- El dragón estelar, Víctor Conde, 2007                     
- Las fuentes perdidas, José Antonio Cotrina, 2003    
- Estado crepuscular, Javier Negrete, 2003            
- 6, Daniel Mares, 2003   
- El señor de la rueda, Gabriel Bermúdez Castillo, 2003 (1979)
- El país del pasado, Gabriel Bermúdez Castillo, 2003
- Nueva Lisboa, José Antonio Millán, 1995
- Temblor, Rosa Montero, 1990
- Lo mejor de la ciencia ficción española, Domingo Santos (editor), 1982

Plaza Miranda, Fabián, Con otros ojos, ed. AJEC, Granada, 2011.

Cuando miraba por internet algo de la editorial AJEC para preparar esta entrada, me he encontrado con que cerró en 2012 y que lo hizo de mala manera. En algunos blogs podemos ver la cara y la cruz del cierre. Solo diré que para los lectores siempre es una pena el cierre de editoriales. 
Respecto al libro, debo decir que me ha parecido una obra primeriza en la que se juntan aciertos y errores. Me han gustado un par de cosas y me ha chirriado otro par. En primer lugar, la base de ciencia ficción (a saber: el uso generalizado de la telepatía obtenida mediante la implantación de unos nanos transmisores y receptores en el cerebro) sirve para sustentar una novela negra-policíaca. El protagonista, Raimón Wang, es un policía cuya misión es resolver un asesinato. En tiempos de tepé (telepatía), los asesinatos y demás crímenes se resuelven en segundos: basta con que un policía autorizado, como nuestro protagonista, rastree la mente de los sospechosos, sus recuerdos, para dar con el culpable. Pero en este caso no es así. No aclararé el final; solo diré que el argumento recuerda muchísimo al guion de Scott Franck y Jon Cohen para la película Minority Report, del año 2002, dirigida por Spielverg (no hablo del relato de Dick porque no lo he leído, sino del guion). Al escritor se le preguntó por Philip K. Dick en esta entrevista (segunda pregunta) pero no aclaró ese aspecto... Retomando: una base de ciencia ficción sustenta una historia policiaca, y ahí entramos en conflicto de géneros. Es decir, al que no le guste la novela negra-policiaca, no le acabará de satisfacer esta novela, que es lo que me ha pasado a mí. Al que le guste ese género, supongo que le gustará más. En todo caso, es un matrimonio habitual, pero para mi gusto, fallido. El autor dice que en realidad tampoco es una novela detectivesca, sino que plantea al lector "temas controvertidos sin notar la maniobra". Bueno, yo creo que sí se nota la maniobra, y mucho, porque esos temas los introduce abiertamente en la novela como fuente de conflicto para los personajes y la sociedad. Eso no es sutil, precisamente. 
También me chocan los diálogos: entre personajes que se acaban de conocer se utiliza una familiaridad al hablar que yo encuentro excesiva. Por ejemplo, en la página 105 el policía, entre los treinta y los cuarenta años, interroga al principal sospechoso, importante político y ejecutivo cincuentón o sesentón, por primera vez. Leemos: Le digo que antes querría hacerle unas preguntas. Me dice que eso es una chorrada [...] -Pues trátala como una investigación privada, carajo. A ver, pregunta de una vez. [...] -Yo qué sé. Mira, hijo, la única relación que tuve con ese loco fue un pequeño micado en el que me estuvo soltando sus tonterías apocalípticas. Ya fui bastante amable escuchando sus chorradas. En la página 166-167 Wang habla con la viuda del asesinado por segunda o tercera vez. Han salido a cenar una vez, pero no son amantes ni amigos: -No te hagas la tonta, por favor [...] -Estás siendo un maleducado. -Déjate de chorradas [...] -¿De qué cojones hablas? [...] ¡Así que habla claro, joder! El diálogo es, en el mejor de los casos, teatral: requiere actuación para ser verosímil. Yo creo que en una novela conviene dar nota de indicaciones referentes al movimiento de los personajes y su estado de ánimo, porque si no, se ve forzado.
Por último, más allá de minucias, hay muestras del gran fallo en literatura, que es la pérdida de coherencia interna, la contradicción entre lo que se dice antes y después. Página 10: Tengo que caminar durante al menos veinte minutos. Una eternidad. [...] La alternativa es usar mi coche. Pero corría el mismo riesgo de desguace y yo considero una molestia tener que estar pendiente de él.
Página 73: Yo acompaño a Diana y Sol a buscar su coche. Son así. Utilizan coche incluso para desplazarse en ciudad. Es una de las múltiples afectaciones que tienen mis amigos. La mayoría de la gente preferiría ahorrarse los gastos de aparcamientos e impuestos y usar los mags, que te llevan casi a donde sea. Puerta a puerta. O haría como yo y usaría coches de alquiler.
¿Tiene coche o no? A mí esto me recuerda a lo del burro de Sancho Panza; pero el siglo XXI no es inicios del XVII y Fabián Plaza no es Cervantes (no lo es nadie, de hecho). Este error, la incoherencia, es grave.
Por último, la inclusión de los shars es magnífica. Es una comunidad de gente cuya mente está constantemente abierta a los demás, compartiendo todo conocimiento, recuerdo y experiencia, anulando su personalidad para sumarse a la global, identificándose con un único nombre todos y cada uno de ellos: Noa Nunc (¿anagrama de Nunca No?). Es un añadido genial que creo, en mi humilde opinión, que es una línea temática original y que puede dar mucho juego, no necesariamente con planteamiento policiaco. Me recordó a un cuento de Silverberg: Nave-hermana, Estrella-hermana, incluido en Juegos de Capricornio, 1979.
La portada del libro merece un vistazo detenido. Es muy buena.

De Paz, Montse, Ciudad sin estrellas, ed. Minotauro, Barcelona, 2011.

Aunque la leí hace tiempo, la recuerdo con agrado. La novela trata sobre un chico, Perseo Stone, ciudadano de la inmensa Ziénaga, urbe subterránea de la que nadie sale por miedo, desconocimiento y prohibición. La madre de Perseo salió y contagió a su hijo el deseo de libertad antes de que la atraparan y encerraran. El chico quiere salir también a ver las estrellas, lo cual acabará haciendo...
Es una novela de desarrollo lineal, escrita en un estilo sencillo y con pocos personajes fieles a su papel. Se lee con facilidad y deja buen recuerdo. Los personajes, eso sí, son algo planos y esquemáticos, y me pareció detectar un cierto poso a novela rosa en las descripciones y en la historia de amor entre Perseo y Amanda, la dueña de un lujoso burdel al que acuden el protagonista y sus amigos. Esto, que en otras manos sería más bien zafio o bajuno, aquí da pie a un romance un tanto a lo Pretty Woman, aunque la rica es ella. Los toques rosas a la CF no molestan si se usan moderadamente, como lo hace esta autora o, por poner el ejemplo más conocido, Catherine Asaro, en sus dos libros traducidos al español: Rosa Cuántica e Inversión primaria.
A juzgar por sus ediciones y que ha salido en bolsillo, parece que ha tenido éxito. La sencillez, en este caso, ha dado su fruto. Para mi gusto, es demasiado sencillita, casi como si fuera, además de algo rosa, juvenil. En fin. Pero ya dije que se lee bien y deja buen sabor de boca.

Conde, Víctor, El dragón estelar, ed. Timun Mas, Barcelona, 2007.

Podría pertenecer a la saga de Las crónicas de Riddick, de la cual ha tomado uno de sus personajes principales, Erik Draven, que se corresponde al personaje interpretado por el actor Vin Diesel; ha tomado también a los malos: los necrógagos, llamados en la novela los "quimerianos". También aparecen "elementales". El argumento general es muy parecido al de la segunda película de la saga Riddick: el solitario Erik Draven busca vengarse de los quimerianos por motivos personales, no porque estos se estén adueñando del universo. Casualmente, se unirá a la capitana Ronin Telser, varada en un extraño planeta, Furiony (en la peli, Riddick era un "furiano"). La capitana y su tripulación han descubierto en ese planeta unas extrañas "tecnoentelequias" (genial esa palabra, original de Conde por lo que parece) relacionadas con antiguas divinidades élficas, y eso atrae la atención de la Quimera...
Riddick, por GNRforever
La primera parte de la novela bulle en acción continua: espionaje, luchas, huidas, exploraciones, misterios, mutaciones, raptos... La segunda parte, más original, introduce la sociedad legendaria de las Damas dragón, aladas, en lucha secular con los quimerianos.

La novela resulta muy entretenida, ágil y banal, pero divertida. Muy atinado el cambio de ritmo, personajes y ambientación de la segunda parte, ya que si no, corría el riesgo de cansar. Se lee bien (o se leería: está descatalogada) pese (o porque) a ir dirigida a adultos jóvenes. De hecho, la mezcla de Riddick con elfos y enanos además de parafernalia varia de ciencia ficción se acerca peligrosamente a un totum revolutum en el que, afortunadamente, no se ahonda.


Cotrina, José Antonio, Las fuentes perdidas, ed. La Factoría de Ideas, Madrid, 2003.

Magnífico ejemplar cazado en una de las primeras (quizá la pirmera) liquidaciones de esta editorial a un precio que era como un tercio del original.
Incluyo aquí esta novela porque se publicó en una editorial de CF y porque la considero muy buena; si bien, estrictamente hablando, entra más bien en el género de la fantasía, como se puede deducir leyendo la sinopsis de su argumento: un grupo de aventureros en busca de las legendarias Fuentes Perdidas, las fuentes que conceden deseos a los que beben de sus aguas...
El protagonismo corre a cuenta del antihéroe Delano Gris, importante aporte cómico a una historia que recuerdo trepidante, divertida, sorprendente, enganchante y alucinante. Buena, buenísima, repleta de grandes ideas, como las Casas Iguales, que transportan de una ciudad a otra y otra; el espacio donde dejar las mochilas, etc. Qué pena que la leyera hace tantos años y se me haya olvidado mucho, porque merecería la pena releerla. Lo haré no tardando mucho.
Es triste que se halle descatalogada porque, sinceramente, creo que la trayectoria de este autor ha ido de más a menos. Después de este libro leí La casa de la Colina Negra, que también me gustó, pero menos, y que se adentra decididamente en terreno juvenil. Y por último, su trilogía El ciclo de la Luna Roja, que no recomiendo a ningún mayor de 15 años y cuyo final se hace, lamento decirlo, sumamente pesado. En fin. Aunque para mí constituya una pérdida, supongo que a esa inmensa minoría de lectores adolescentes, de la que yo formé parte en su momento, les hará felices contar con autor de esa talla.
Yo recomiendo a todo el que pueda, que lea Las fuentes perdidas. Creo que es de las mejores novelas de fantasía española de todos los tiempos.

Negrete, Javier, Estado crepuscular, ed. Pulp, Madrid, 2003

Corte cómico para una novelita sin pretensiones, bastante divertida, que leí este verano en la playa y que me gustó mucho. El protagonista David Milar se hace pasar por su padre, un afamado psicólogo, para ganar dinero en un trabajo que consiste en tratar al ordenador con personalidad de una de las razas alienígenas con las que el hombre tiene contacto: los Kghasatshu. Milar descubrirá una trama que pretendía acabar con la raza y desatar una guerra de especies. Bueno, ya digo que es una novela sin pretensiones pero que cumple a la perfección su papel de entretener y divertir.
El libro lo tengo, por cierto, dedicado por su autor a otro: a Pallarés, que parece que se deshizo de parte de su biblioteca y parte ha caído en mis manos, que me dedico a recorrer librerías de viejo y de libros de segunda mano y saldos. Gracias a ambos: a Negrete por escribir y a Pallarés por desprenderse de libros como este (Pallarés también escribe, pero me temo que no he leído nada suyo).

Mares, Daniel, 6, ed. Pulp, Madrid, 2003

Una casa de juegos repleta de niños que no crecen nunca y que son atendidos por máquinas. No hay entre ellos ni un adulto. Ese es el plantemiento del relato. Los interrogantes se van resolviendo poco a poco en una prosa con estilo de cuento narrado a la antigua y en tiempo presente, lo cual acrecienta la intriga. Al final todo adquirirá sentido lógico, pero lo mejor es dejarse llevar por el cuento, no muy largo. Una obrita muy buena, muy interesante, original y atractiva, memorable y recomendable.

Bermúdez, Gabriel, El señor de la rueda, ed. Pulp, Madrid, 2003 (1979)

Todo un clásico del año 1979 que la editorial Pulp, en su colección Gotas, la que aquí reseño, rescató en 2003. Se comenta en internet como una novela de culto. Yo todavía no sé qué se quiere decir exactamente con esa etiqueta, así que comentaré sin más. La novela es muy original y, ciertamente, su mayor mérito, como dice Alfredo Lara López en el prólogo, consiste en que el mundo de la novela aguante sus más de doscientas páginas "sin descomponerse como chatarra". No recuerdo detalles concretos, porque la leí hace mucho; pero sí la ambientación, en un mundo lleno de carreteras donde la gente vive en castillos rodantes atentida por robots sirvientes y dedicándose a mantener justas, torneos y enfrentamientos entre ellos. Es decir, una mezcla imposible de feudalismo y "road movie", si es que tal híbrido es posible. Además, los tratamientos de cortesía y costumbres son de tipo medievalista, con "majestad", "mi señor", "dama", "vos", etc. Los caballeros pelean empleando sus castillos como caballos de batalla y pueden ganar o perder habitaciones, y honores en forma de puntos, creo recordar. Yo la leí con sorpresa y admiración por el hecho de que eso se sostuviera. El prólogo, repito, lo resume muy bien. Sin duda, sacar adelante un hijo así tiene mucho mérito.
He encontrado esta curiosa reedición con un insólito "booktrailer" con presentadora en esta página, por si a alguien le interesa, aunque sea por raro. Parece que todo lo que rodea a este libro es sorprendente.

Bermúdez Castillo, Gabriel, El país del pasado, ed. B, Barcelona, 2003.

Decía al hablar de Ciudad sin estrellas que añadir unos toques rosas a la CF no va mal. Va peor si se echa más de la cuenta, que es lo que parece que ha ocurrido en esta ocasión.
La historia comienza con unos extraterrestres humanoides, los briander, varados en un planeta hostil a la espera de reemprender su viaje interminable por el espacio profundo. El planeta hostil envía enormes y extraños seres carnívoros, de hasta un kilómetro de alto, a la caza de los recién llegados, además de otros entes amenazantes en forma de nubes y animales más comunes. Esta parte inicial no está mal. Se encuentra claramente inspirada en El reino de la noche, de William Hope Hodgson, ese clásico semiolvidado, al que debe incluso el título (El país de la noche en otras ediciones). Lo recuerda no solo por los monstruos, la energía menguante y el título, sino también por su final y, si no recuerdo mal, incluso por el modo de titular los capítulos...
A ese planeta va a parar una humana, la cual se enamora de un guerrero, hecho que desata un frenesí de ciencia ficción rosa en la que abundan menciones al maravilloso cuerpo de Fairel, el guerrero que la recoge; de ella, Noor Dawidum, de grandes pechos (esto también se menciona como un centenar de veces), de cómo se buscan, se miran, se acarician, se besan, se lamen, se [...] de distintas formas (donde yo pongo [...] en la novela se pone todo, incluidas las distintas formas). Noor introduce la moda de los zapatos de tacón y la minifalda entre las mujeres briander, algo que se describe profusamente, así como los tipos de tejido y adornos de las telas. Y poco más. El tiempo pasa entre jugueteos amorosos mientras -y esto es lo mejor de la novela- se rememora el pasado de Noor en forma de flashbacks; un pasado que constituye una sólida historia en la que nos encontramos con el mejor Gabriel Bermúdez Castillo. Desgraciadamente, la vuelta al presente es decepcionante. El picante aumenta hasta límites insoportables. Leemos en la página 216: Sintió entre las piernas el dulce calor del semen del guerrero. Ya leímos eso, muy parecido, en Muero por dentro, de Silverberg, y si en los setenta ya era malo, en los dosmiles es inadmisible.
Desde luego, mejor nos quedamos con los relatos anteriores de este autor, el cuento y la novela citados (Cuestión de oportunidades y El señor de la rueda). No se entiende cómo un escritor tan afamado cae al nivel de una novela semirrosa (semierótica, me atrevo a añadir) con préstamos ajenos. Habrá que leer lo del planeta Wu-Wuei a ver si así hallamos las esencias perdidas.

 Millán, José Antonio, Nueva Lisboa, ed. Alfaguara, Madrid, 1995.

Su argumento es el siguiente: (1) La humanidad no habita ya físicamente la Tierra; cada uno se ha refugiado en sus propios sueños - el Pacto- en una especie de realidad virtual individual. Un hombre emerge de su sueño con la idea de devolver a la humanidad en su conjunto, la sociedad de la Orla, a una realidad compartida. Para ello deberá contar con el guardián del sistema, La Memoria, la cual le va enredando en sus historias encadenadas al modo de Scheherezade. La primera (2) es la del recorrido que efectúa el último hombre despierto (en un cuerpo virtual de metal: un heterómata) por el mundo para encontrar otro hombre. Halla una nave antíquisima con su piloto, el cual le cuenta (3) cómo llegó a ser rey del planeta Altan por accidente. Esta es una tediosa ocupación de la que solo le distrae la lectura en voz alta que le hacen de los numerosos volúmenes de la biblioteca real. En uno de ellos se narra (4) la historia de Sonia, médica rusa que decide entrar a Nueva Lisboa, un espacio de realidad virtual (Holocampo) dedicado al ocio donde jugará el papel de una involuntaria correo en la recreada Lisboa de 1954. Sonia descubrirá que la realidad virtual del Juego no se usa solo para jugar, sino que también sirve como cárcel o campo de concentración para presos políticos. Uno de ellos, Cyril, le cuenta sus vivencias. La pobre Sonia comprueba, horrorizada, que también se encuentra atrapada en la realidad virtual de Nueva Lisboa. Para distraerse, se pone a ver la película Noria de carne (5).
Esta parte es asombrosa e increíblemente parecida a la película Atrapado en el tiempo, de 1993. Lo reconoce Millán, que dice que entonces no había visto la película. En este capítulo del libro, el IV, las diferentes historias (o niveles de metaficción) aparecen a veces seguidos en párrafos muy cortos. En la historia de la película, es F. el que queda atrapado en un día, un martes. Intenta una salida a su aburrimiento desesperado contactando con el escritor M***, uno de sus autores favoritos, para que le entretenga haciéndole avanzar en su nueva novela, la cual irán desarrollando entre los dos. Esta es la historia número 6, de la cual se ofrecen unos cinco finales diferentes. A partir de este punto se van resolviendo todas las historias, no sin extraños y deslumbrantes coletazos finales.
Yo diría, como el propio autor en su web, que esta novela ha pasado bastante inadvertida pese a formar parte de la mejor CF española que pueda leerse. Millán aduce algunas razones de este olvido, destacando la siguiente: era una novela claramente de "ciencia-ficción", y al tiempo notablemente posmoderna, lo que quiere decir que planteaba numerosos problemas a la crítica al uso: el primero, tal vez, y sencillamente, entenderla. También dice que la realidad virtual aún no se conocía en nuestro pais y que en eso ayudó la peli de Matrix, posterior. De acuerdo. Yo añadiría que la editorial Alfaguara no es la más adecuada para publicar CF, ya que no es lo que esperan sus lectores. Por otra parte, el título y la portada tampoco dan pistas sobre el contenido. Quizá un subtítulo aclarando su género habría ayudado y atraído a aficionados a la ciencia ficción.
Me in  Matrix vision, Aduece
La novela en sí es magnífica, soberbia, sobresaliente. No es especialmente difícil de entender, me parece a mí; pero sí exige un lector capaz de adentrarse en una historia que esta contenida en otra que está en otra, etc. sin perderse. Llega a haber hasta seis historias superpuestas. José Antonio Millán lo denomina, en una sencillita frase: La mise en abyme iterada como procedimiento del rapto del yo. Siguiendo esa misma claridad expositiva, podríamos llamarlo "recursividad intrametaficcional alienadora". Bromas aparte, es un magnífico conjunto de narraciones escrito a medias entre la manera clásica y la fragmentación, además de los juegos narrativos con el narrador, la acción y, sobre todo, el tiempo. Para la reflexión queda el posible uso de la realidad virtual como prisión ("rapto del yo") y, como el autor expresa en la contraportada, la literatura como la más antigua y acreditada forma de realidad virtual.
La novela está descatalogada. Aún puede encontrarse en lilbrerías de segunda mano a precios realmente bajos (a mí me costó 3 euros a finales de 2013) y, además, puede descargarse legalmente gratis desde el sitio web de José Antonio Millán. Francamente, merece la pena. Es excelente.

Montero, Rosa, Temblor, ed. Seix Barral, Barcelona, 1990.

Fue la propia autor, Rosa Montero, la que me habló de este libro cuando le pregunté si no escribiría más ciencia ficción. Me estaba firmando la edición en cómic de su novela Lágrimas en la lluvia, y me contestó que probablemente escribiera una segunda parte de este último y que ya había escrito ciencia ficción en su novela Temblor.
Ya leída, yo la englobaría más  bien en el género fantástico, y la emparentaría con La historia interminable, puesto que el mundo en el que se mueve los personajes está desapareciendo al llenarse de zonas de nada, una niebla que borra lo anterior. Agua Fría, la protagonista, intentará encontrar la razón de esta niebla borradora y frenarla. Para ello, deberá recorrer medio mundo en un viaje iniciático que cada vez la aleja más de la orden religiosa que gobierna la Tierra y en la que estaba a destinada a convertirse en un importante miembro. Agua Fría nos descubrirá un mundo que se desmorona ante la nada y la falta de nacimientos; una sociedad más o menos primitiva con una tecnología rudimentaria, ya que no sobrevivió apenas nada del Gran Desastre que asoló nuestra industria. Es, pues, un escenario postapocalíptico, típico de la CF. Pero poco más. El resto recuerda la ambientación fantástica en sus cuadros medievalistas de religión y superstición, ferias ambulantes, cabañas, mazmorras, cazarrecompensas y armas blancas. La protagonista, además, conoce la técnica de la hipnosis para sublevar a sus enemigos y defenderse de ellos. Su viaje de ida y vuelta se inicia con una etapa moribunda, decadente; y termina con una nueva época de esperanza. Las cosas cambian al cambiar la composición de la sociedad, su tiranía religiosa y su forma de recordar a los muertos.
En definitiva, yo creo que Rosa Montero quiso decir algo sobre la vida, la muerte, la religión, la educación, la igualdad, la libertad y el recuerdo; y ese mensaje profundo lo adereza con las peripecias de la protagonista. En parte logra su cometido; pero la ambición y la mezcla de filosofía con fantasía se quedan a medio camino. Ni el mensaje está claro ni las aventuras de Agua Fría arrebatan al lector. Con todo, es un relato en clave femenina que se lee con agrado y deja buen recuerdo.

Santos, Domingo (editor), Lo mejor de la ciencia ficción española, ed. Martínez Roca, Barcelona, 1982

Interesantísimo conjunto de 19 cuentos escritos entre 1967 y 1982, recopilados a principios de los ochenta por Domingo Santos, también escritor además de editor y que contribuye con un cuento propio. Inevitablemente, no todos los relatos están a la misma altura, pero destaca que se incluyan nombres como los de Eduardo Aute o José Luis Garci, conocidos por otras dedicaciones artísticas diferentes a la literatura.
1. No comerás, Álvarez Villar, Alfonso. Cuentecillo cómico sobre la extrañeza de unos astronautas terráqueos antre la costumbre cultural de no comer en un planeta en el que se considera una obscenidad hacerlo en público.
2. Balada por la luz perdida, Atienza, Juan G. Los raros niños nacidos en un pequeño pueblo gallego ahuyentan al médico que los vio nacer, sustituido por un inocente que no sabe dónde se mete... Escrito bajo la clara influencia de Lovecraft, el relato también participa de corrientes experimentales literarias de los setenta como la combinación de diversos elementos: cartas, fragmentos de libros, artículos de periódico, fichas médicas, carteles, autos de fe... Mucho collage: demasiado para una narración breve. Puede ocurrir que uno se pierda entre tanta diversidad informativa.
Otra edición
3. Morir de viejo, Aute, Luis Eduardo. Curioso poema sobre alguien que muere de viejo en vez de asesinado en un hiperarmamentístico Estados Unidos del futuro y la extrañeza que eso provoca en su nieto, Pepsi, y en el resto de sus familiares y la policía.
Como el cuento anterior, en este texto se utilizan recursos tomados de las vanguardias, alejados de lo clásico. Básicamente, juegos tipográficos: mayúsculas, disposiciones caligramáticas de palabras en diferentes versos; palabras compuestas (biopapás), extranjerismos y onomatopeyas. Es un texto curioso que hace lamentar que hoy sea casi impensable, o impensable sin más, combinar en una antología de CF textos poéticos y teatrales además de narrativos. La variedad se agradece.
4. Cuestión de oportunidades, Bermúdez Castillo, Gabriel. Para mí, el mejor relato de la antología y seguramente, uno de los mejores relatos de cualquier antología. Su argumento: el señor Mendoza, jugador con deudas, acude a una especie de agencia de trabajo temporal. Del trabajo solo sabrá la paga y las prohibiciones antes de embarcarse inmediatamente en él. Puede aparecer en cualquier planeta con cualquier tipo de cuerpo y realizando cualquier tarea. El protagonista va arriesgando cada vez más aceptando trabajos con mayor riesgo de perder la vida... Es un cuento magnífico que contiene en su interior el germen de otras historias: una diferente por cada trabajo que el señor Mendoza acepta. La capacidad imaginativa del autor es prodigiosa. Lo único que uno lamenta de este cuento es que no sea más largo. Solo por este relato merecería la pena adquirir esta antología.
Sodomáquina, C. Frabretti
5. El asfalto, Buiza, Carlos. Agobiante historia sobre cómo un hombre atrapado en asfalto caliente se va hundiendo lentamente sin que ninguna de las muchas personas que lo ven se molesten en rescatarlo. Domingo Santos lo llama "tremendo alegato sobre la insolidaridad humana". Parece ser un relato muy cononcido del que existe una adaptación audiovisual. Esta es del año 1966 para el programa Historias para no dormir, de Ibáñez Serrador, guionizado por él mismo (Luis Peñafiel es pseudónimo). Puede verse aquí (YouTube) o aquí (RTVE).
6. Sodomáquina, Frabretti, Carlo. No es una obra narrativa, sino dramática, una pieza teatral breve que fue representada en la primera Hispacon, en diciembre de 1969. Como decía al comentar el poema de Aute, gusta encontrar esta variedad de géneros literarios en una antología de CF. Esta obra combina críticas al totalitarismo con traslación de materia/energía y extraterrestres además de toques de humor y cierto jipismo (es del año de Woodstock). Es una de las pocas obras teatrales de ciencia ficción, como podemos leer en esta entrada del blog Literatura Prospectiva dedicada al tema. Se olvidan del maravilloso Plenipotencia, 1967, del argentino Emilio Rodrigué, que comenté en otro lugar.
Del blog de Augusto Uribe tomo la única imagen que he encontrado de la representación.
La Gioconda, L. da Vinci
7. La Gioconda está triste, Garci, José Luis. Existe una versión cinematográfica dirigida por Antonio Mercero en 1977 (puede verse en la web de RTVE) de este cuento escrito por otro director de cine. Es también muy de los setenta, con ese planteamiento de problema universal que debe resolver la humanidad en conjunto, en plan All togheter now. El tema es que, además de la Gioconda, todas las personas pierden la sonrisa, y solo la recuperarán poniéndose todos de acuerdo y actuando sincronizadamente. Es un relato interesante que al final añade notas correctivas de un profesor del futuro lejano, algo que no se incluyó en la película de Mercero y que es lo más "cienciaficcionístico" del cuento.
8. Herencia de sueños, Guera, María y Mengotti, Arturo. Cuando un humano regresa a la desolada Tierra, se encuentra con que han aparecido unos nuevos habitantes: los moradores de los cuadros. Resulta divertido ir adivinando de qué cuadro sale cada personaje, y la idea de los modelos cobrando vida es poderosa. Le habría venido bien algo más de suspense.
9. La ciudad cuyo nombre era Lluevemuertos, Lázaro, Enrique. Originalísimo relato planteado con una inteligencia poco habitual. En principio, trata de un personaje en busca de una ciudad inexistente de la que ha tenido noticias a través de un narrador que le habla en sueños. Baste leer esto para advertir el tono onírico del relato: Creyó que había alcanzado el punto de cita, pero pronto se desengañó ante la visible inexistencia del río Amm, que no solo no pasaba por allí, sino que la naturaleza desértica y opaca del paisaje expresaba a las claras cómo jamás pudo haber río alguno. Es uno de los mejores cuentos de la antología, una sorpresa. Domingo Santos lo compara a Lewis Carroll. Yo añadiría Borges y Lem. Cuando el editor escribió el prólogo en el ya lejano 1982 dijo que los cuentos de la serie Tierra Vaga esperaban un editor. Bueno, parece que 31 años más tarde lo encontraron. En la página de la web de la editorial Sportula puede comparse y leerse un cuento gratis.
10. Portal, Martínez, Sebastián. Esquemas y planteamientos clásicos para un relato de encuentro de la humanidad con vida inteligente en otro planeta. Toques de violencia y amor romántico.
11. La mancha, Plans, Juan José. Más de terror que de ciencia ficción, el argumento es simplísimo: una mancha viva, seguramente procedente del espacio, aposentada en una pared y que se extiende imparablemente. Al parecer, existe adaptación televisiva, pero no la he encontrado. Es un cuento de los que merecen llamarse clásicos por su efectividad con tan pocos elementos. Chapó.
12. Naufragio en Titán, Redal, Javier.  El título resume muy bien el contenido de este relato en el que un grupo de astronautas deberán enfrentarse al reto de sobrevivir a eso, un naufragio en Titán, satélite de Saturno, y todas las peripecias que sufren hasta llegar a la base.
13. Gaziyel, Romeo, Ignacio. Habitual tema en la CF del amor imposible entre un humano y un alienígena. Bello relato de pasión celosa, violenta y trágica
14. Terminal Masurai, Rosal del Castillo, Jaime. Tintes ciberpunk de hiperviolencia ("Estar armado es ser libre"), consumismo, publicidad y estado policial para esta narración sobre tráfico de drogas en un aeropuerto.
15. Nadie se fija en el barman, Saiz Cidoncha, Carlos. El diablo hace un pacto con Jerónimo el Marciano. Su resultado será que todos olvidan la película más taquillera de Hollywood. Todos menos el barman-narrador. Santos califica de "socarrón" el estilo del autor, lo cual es bastante acertado.
16. Gira, gira, Santos, Domingo. Exageradísima, hiperbólica parodia de los increíbles problemas de los incautos conductores que se atreven a meter su coche en Cosmópolis, donde no podrán hacer más que dar vueltas y vueltas sin hallar nunca aparcamiento. Pese a su exageración, yo creo que todo conductor se ha sentido alguna vez así en alguna ciudad o pueblo.
17. Un novicio para Su Grandeza, Torres Quesada, Ángel. Ambientación medievalista para un relato situado en una etapa postapocalíptica. El novicio Leser entrará al servicio de Koremi el Grande, considerado por algunos como tirano, el cual pretende restaurar la ciencia. Una historia muy bien narrada con sus toques de aprendizaje, aventura, amor, ambiciòn y política de la mano de un maestro del género, autor con cifras de récord. Según la web Tercera Fundación, es autor de 102 libros propios, 53 colaboraciones, 180 originales y ganador de 10 premios.
18. Litobio, Velasco, José Ignacio. De nuevo hallamos el recurrente tema del encuentro de los humanos con otros seres inteligentes en este cuentecillo cruel.
19. Camino, Vigil, Luis. Cortísimo relato sobre un accidentadísimo viaje. No puedo poner más porque me ocuparía más la opinión que el cuento. Mejor leerlo, como todos los demás.



lunes, 21 de julio de 2014

Ian McDonald

McDonald, Ian, Camino Desolación, ed. Martínez Roca, Madrid, 1992. Trad. Celia Filipetto.
Desolation Road, 1988.

Camino Desolación es el nombre de un pueblo surgido en plena nada del desierto rojo de Marte. El doctor Alimatando lo fundará, guiado por un ser verde, gradcias a la ayuda de una máquina inteligente, casi un semidiós, de la compañía de "hábitats en órbita" ROTECH.
A Camino Desolación comienzan a llegar habitantes, algunos de los cuales engendran allí a sus descendientes. La novela seguirá la línea de varios de esos habitantes, la mayoría de los cuales abandonarán el pueblo para acabar regresando, más o menos inesperadamente, a él.
Por tanto, si las novelas posteriores de McDonald adoptan la forma de historias individuales que confluyen, esta primera es más compleja, ya que todas las tramas parten de un mismo lugar para acabar regresando a él: como la figura de la derecha, pero con flechas de doble punta.
Se la ha comparado con Cien años de soledad. Parece evidente que el autor tomó la novela de García Márquez como inspiración para algunos elementos de esta. Primero, porque lo que se narra es la historia de un pueblo a través de sus habitantes; se da el mismo personaje profético al principio y al final (el doctor Alimatando equivaldría al Melquíades de Márquez) y siguiendo por lo disparatado, el realismo mágico, que en una novela de ciencia ficción no puede adquirir ese nombre ni esa entidad, claro. Pero las historias son suficientemente extrañas como para recordarlo. Por ejemplo, que de dos hermanos, Limaal y Taasmin Mandela (apellido de resonancias hispánicas), el primero se convierta en el mejor jugador de billar del mundo, derrotando al mismo diablo, y la segunda sea hecha santa en vida con poder sobre las máquinas por la Santísima Catilina ("Llámame Cati, por el amor de Dios", p. 172). Como hay al menos un fusilamiento frustrado, la novela podría haber comenzado como la de García Márquez, con algo así como: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el alcalde Dominic Frontera había de recordar...". Sin duda, es mejor que no tuviera esa ocurrencia.
Se multiplican las tramas a un ritmo vertiginoso, si bien la que vertebrará el relato al final será una confluencia de varias de ellas: los personajes de John Stalin, tomado de niño como pago de las costas de un juicio y llevado a la hiperindustrial ciudad de Kershaw, donde ascenderá al poder; el huido Mikal Margolis y la vengativa Arnie Tenebrae, todos ellos luchando por separado para acabar con el pueblo, algo que conseguirán finalmente tras una apoteósica batalla a varias bandas.
Entre medias hay de todo: ferias ambulantes con trenes inteligentes (esto recuerda extrañamente al tren psicópata de La Torre Oscura III: Las Tierras Baldías, de Stephen King, novela posterior a esta), espectáculos de acrobacia aérea; bosques sagrados cuidados por monologuistas capaces de asesinar con su sarcasmo; un fantasma declarando en un juicio; robos de úteros; duelo a muerte entre asesinos, etc., etc. Asoman también atisbos de la superpoblada India de su posterior novela, El río de los dioses, y de las favelas brasileñas de la siguiente, Brasyl, en localizaciones abigarradas, densas, calurosas e insalubres.
Terminan las reminiscencias de Cien años de soledad en un tapiz que muestra el pasado y el futuro  y en fragmentos que recuerdan la gran novela colombiana: "Camino Desolación había desaparecido. Ya no hacía falta. Había servido su propósito y podía volver, agradecido, al polvo; concluido su tiempo, su nombre fue olvidado", leemos en la penúltima página. Sí, definitivamente, recuerda mucho su final al otro.
En definitiva, un destacable relato de un autor cuya obra ha ido perdiendo barroquismo sin perder calidad Si alguien tiene ganas de leer algo parecido al libro de García Márquez, puede probar con este. También para los amantes de la película La leyenda de la ciudad sin nombre, a la que también recuerda fuertemente por momentos.

McDonald, Ian, El río de los dioses, ed. La Factoria de Ideas, Madrid, 2006. Trad.: Manuel Mata.
River of Gods, 2004.


Aunque adquirí este libro hace ya algunos años en una liquidación de las que efectúa la editorial, en 2009, no lo leí hasta hace poco, después de Brasyl y animado por él.
Esta novela sigue un esquema de construcción algo complejo: cada capítulo se centra en un personaje, lo cual es más o menos habitual; pero no lo es tanto que los personajes sean nada menos que ocho, cada uno con una historia diferente que después confluirá con la de los demás, aunque a veces no se descubrirá la conexión hasta muy avanzada la novela. Toda ella transcurre en una superpoblada India del futuro cercano.
El arranque de cada historia es el siguiente: Shiv es un delincuente de los bajos fondos que se dedica al tráfico de órganos humanos entre otras cosas. Con él nos adentramos en el mundo de la delincuencia más sucia y mercenaria. El señor Nandha es un poli Krishna; es decir, se dedica a perseguir inteligencias artificiales que superen un cierto nivel de desarrollo declarado ilegal. Su papel en la historia será el de catalizar pasajes de acción desbocada, tecnología punta, especialización profesional y contraste romántico al episodio protagonizado por su mujer, Parvati, de la que se encuentra cada vez más alejado. Shareen Badoor Khan es secretario de la primera ministra india. Nos adentra en la alta política y protagoniza los más bellos sentimientos de amor reprimido, culpabilidad, recuperación de la infancia y honor. Caerá en desgracia al descubrirse, gracias a una trampa, su atracción por los hermas; pero lo redimirá el frenar las acciones de su mujer, una traidora a la patria. Najia es una joven periodista que cobrará protagonismo al ser la receptora en exclusiva de las comunicaciones de Jivanjee, un peligroso alborotador populista que quiere arrebatar el poder a la primera ministra. Lisa es una científica estadounidense especializada en biología evolutiva y reclutada sorpresivamente por la NASA para investigar un artefacto alienígena de siete mil millones de años de antigüedad. Thomas Lull es también científico, antiguo amante de Lisa. Sus historias confluirán pronto en torno al artefacto alienígena, pero no antes de que Lull sea encontrado por Aj, una extraña joven que parece saberlo todo y que parece directamente extraída de la Angie de Conde Cero, de William Gibson. Tal es un herma, un ser modificado genéticamente que forma un sexo aparte y cuyas emociones son controladas por él mismo mediante un mecanismo implantado bajo su piel. Aporta un componente emocional a la historia y será víctima inocente de los acontecimientos. Y el último gran personaje es Vishram Ray, heredero de una compañía familiar de ingeniería (Ray Power) dedicada a investigaciones sobre la energía de punto cero, energía que se obtendría gracias al trasvase de fuezas procedentes de universos alternativos al nuestro.
Estos son los personajes principales, alrededor de los cuales orbita una pequeña corte de secundarios, algunos muy protagonistas, como Krisham, el amante platónico de Parvati. Solo con ver la lista de personajes y sus tramas de arranque puede advertirse la complejidad del plan novelístico que traza McDonald. Es un plan inteligente, muy bien urdido, que a la vez que conduce las historias hacia un punto, nos muestra un entramado de costumbres y culturas, además de psicologías sociales e individuales de todo un subcontinente, el indio.
Algunas críticas leídas en internet hablan de novela ambiciosa que se va despeluchando a lo largo de sus más de 430 páginas de apretada letrita. El problema está en que, efectivamente, la novela es tan abarcadora y comprende tal cantidad de historias, enlaces, tramas, subtramas, personajes, inventos, lugares, pensamientos, objetos, comidas, eventos y elementos culturales que, si no se lee de forma centrada y en poco tiempo, corre el peligro de percibirse como un totum revolutum sin pies ni cabeza. No es el caso. En el fondo, lo que encontraremos será una excelente novela de ciencia ficción que, aunque a simple vista no lo parezca, mantiene una fuerte conexión con las primeras novelas de William Gibson, las del Ensanche. Concretamente, a Mona Lisa acelerada. Es una emocionante sorpresa encontrarse con este regalo al lector amante de Gibson.
Y es que, por si alguien no lo saca en claro de las sinopsis que circulan por ahí, de lo que va este libro en el fondo es de Inteligencias Artificiales buscando un hogar. Eso une todas las tramas que lo conforman y constituye el tema principal. Por el camino, nos deleitará una India poliédrica, bullente, nueva y antigua a la vez, maravillosamente creada y recreada por el autor. Y, por cierto, la labor del traductor es digna de tenerse en cuenta, ya que incluye numerosas notas al pie, nada menos que 116, aclarando numerosos conceptos que el autor introduce profusamente.
En conclusión: una novela brillante, sorprendente, un hallazgo inesperado para los amantes de la ciencia ficción sobre Inteligencias Artificiales que, a la vez, puede leerse como una panorámica de cultura popular india. Una joya.

McDonald, Ian, Brasyl, ed. La Factoría de ideas, Madrid, 2009. Trad. Virginia Sanmartín López.
Brasyl, 2007.

Esta novela se parece a la anterior en algunos aspectos, como la ambientación en un país de los llamados BRIC por los economistas, muy poblados y con un capitalismo y darwinismo social salvajes. También se parece en la alternancia de capítulos dedicados a distintos personajes con distintas historias, aunque el número se ha reducido mucho: ahora son tres las tramas que confluirán lentamente. En orden cronológico, se nos presenta Marcelina Hoffman, productora de televisión sin escrúpulos del "escandaloso y crispante" Canal Quatro; pero con mayor trasfondo que el de mera mala. De hecho, no es malvada, sino que posee bastante atractivo humano como para que nos identifiquemos con ella. Su historia abarca cronológicamente de 17 de mayo de 2006 al 11 de junio de ese mismo año.
El segundo personaje protagonista es el buscavidas favelero Edson. Nos presentará a los extraños quantumeiros, físicos cuánticos cuya base de operaciones es un camión que rara vez para (¿no se parece esto mucho a cierto elemento del Kraken de China Miéville?). El mundo de Edson pertenece al futuro cercano: del 22 de septiembre de 2032 al 18 de abril de 2033. En principio, es el más extraño de los tres, ya que es en el que primero irrumpen viajeros del futuro o, mejor dicho, de presentes alternativos.
Por último, en un raro viraje que nos lleva al Brasil colonial y esclavista del siglo XVIII, asistimos a la historia del padre Luis Quinn, cura atípico que no se arredra ante la violencia y que se adentrará en las selvas brasileñas en busca de un renegado apóstata, el padre Diego Gonçalves. El exotismo espacial y temporal de esta parte (que abarca del 19 de junio de 1732 al 3 de septiembre de 1733) supone un hábil contrapunto a la sociedad altamente urbana y tecnológica de las otras dos historias, si bien a medida que avanza el relato se irá enrareciendo cada vez más y más.
El punto de unión es misterioso: desconcierta ir leyendo sin saber a dónde va a parar ni qué tienen en común unos personajes y circunstancias con otros salvo extrañas armas (el Filo Q) y ataques inesperados, además de dobles-replicantes perfectas, tanto de Marcelina, que se enfrentará a sí misma en una apoteósica lucha final, como de la quantumeira Fia. La unión, decía, resulta esquiva, lo cual incrementa muchísimo el suspense: saber a dónde va a parar esto hace que leamos sin descanso, además del aderezo de un Brasil repleto de referencias culturas populares: futebol, bailes, comidas de todo tipo, favelas, clases sociales...
Yo no creo que sea una novela fallida o semifallida, como comentan otros lectores por internet. Evidentemente, unos motivos atraerán más que otros a diferentes lectores; pero eso lejos de ser un defecto es una virtud notable, ya que significa que es capaz de variar estilos y ritmos. Es una grandísima novela, una joyita que confirma a McDonald como un autor de primera fila, admirable, sin duda.


domingo, 20 de abril de 2014

Robert Silverberg

Robert Silverberg, agosto 2009
Creía que había leído bastante de Silverberg, pero es un escritor tan prolífico que no llega ni a un cuarto lo que tengo de él. En las últimas páginas de los volúmenes suyos publicados por La Factoría de Ideas se incluye una nota sobre el autor que adjunta bibliografía. En Regreso a Belzagor se reseñan 82 novelas, 28 antologías de relatos suyos (tiene escritos y publicados más de cuatrocientos) y 53 libros de otros géneros que no son ciencia ficción. Los premios obtenidos por el autor son: cuatro Hugo, siete Locus, cinco Nebula, dos Gigamesh y un Júpiter. La bibliografía que consultamos al final de Tiempo de cambios suma 86 novelas: está actualizada a 2003 (la anterior llegaba hasta 1998). En la nota también se apuntan cuestiones como sus temas recurrentes. Señala tonos de soledad, tristeza y devastación interior, y obsesiones de mesianismo, dolor y expiación de culpa. Lo del mesianismo no lo he visto mucho, pero bueno; algo hay. Más adelante añade el viaje en el tiempo, la muerte, los alienígenas, la telepatía, la posesión de un don que hace infeliz, el sexo, la religión y los mundos alternativos o ucronías. Estoy de acuerdo, en base a lo poco que he leído, e incluiría dos temas que, a mi juicio, son importantes en su obra: la comunicación o su ausencia, más bien, y las drogas. El poder casi absoluto aparece también con bastante frecuencia. En realidad, yo creo que el tema central en Silverberg es el de la comunicacion, y a él se subordinan los demás.
A pesar de los muchos años que abarca su producción, no he advertido un especial empobrecimiento o enriquecimiento en su obra debido al tiempo: Silverberg es bastante fiel a sí mismo y a sus temas recurrentes: comunicación, soledad, confesión y sexo, fundamentalmente. Le preocupa la exploración interior más que las grandes epopeyas o batallas o, como se llaman, "space operas" (aventura, acción). Cobra fuerza la introversión, la reflexión, el tratamiento psicológico, ambientado en un entorno que no necesariamente es demasiado fantástico ni científico, sino bastante realista en algunas novelas.
Debo admitir que Silverberg es uno de los autores que más me gustan, además de que es tan prolífico y se ha editado tanto en España que, aunque haya pocos libros suyos nuevos en el mercado, se encuentran muchos con gran facilidad en las librerías de viejo y bibliotecas, además de digitalizados. A mí, realmente me gusta tener y leer los libros tradicionales, en papel, pero la verdad es que el ebook es muy socorrido para los títulos difíciles, además de económico. A los que, como a mí, les guste este autor, no van a tener problemas para leerlo en cualquier modalidad.

Silverberg, Robert, Espìnas, ed. Ultramar, Barcelona, 1990. Trad. Alberto Solé.
Thorns, 1967.

Sin duda, este es uno de los libros más oscuros de Silverberg. Sentimientos de dolor y culpa invaden el relato de principio a fin. La historia es extraña: por un lado, a un ser humano, el astronauta Minner Burris, unos alienígenas que se suponían amistosos le han cambiado el cuerpo humano por entero. Su nuevo aspecto es rechazado por la sociedad y por él mismo, que se ha encerrado en una habitación y de allí no sale. Por otro lado, asistimos a los remordimientos de Lona Kelvin, a la que se describe al principio de la novela como Una virgen de diecisiete años con un centenar de críos. Lona ofreció su cuerpo, sus ovarios, para un experimento genético de fecundación extrauterina. Ella, esta madre atípica, no logra asimilar lo que hizo. La idea es hacer una pareja de estos dos seres que se consideran a sí mismos monstruosos, y es idea de Duncan Chalk, un multimillonario morboso, dueño de un vasto imperio mediático y de atracciones, al que solo divierte el dolor de los demás. Los viajes de la pareja imposible serán retransmitidos a todo el mundo en un programa de los que ahora llamaríamos "reality show"; una especie de Gran Hermano vislumbrado por el autor allá por los ya lejanos años 60. Al trío de monstruos se unen los dos ayudantes de Chalk, los odiosos Aouad y Nikolaides, espías a sueldo que se llevan mal entre ellos.
En fin. La historia no avanza plácidamente: los novios pasan del amor al odio cuando se van cansando uno del otro, que es lo que se pretendía. Es una historia, decía, oscura, llena de culpas, remordimientos, melancolía, misantropía, pesadillas y odio. ¿Puede extraerse algo positivo, alguna lección de este sufrimiento? Pues sí. El dolor es instructivo, dirá un personaje en la última línea de la novela, en un final que abre puerta a la esperanza, al renacer. Es un relato oscuro, pero a la vez esperanzado y, de alguna manera, diría que catártico. Merece la pena leerlo.

Silverberg, Robert, Las máscaras del tiempo, ed. Ultramar, Barcelona, 1990.
Vornan-19 o The Masks of Time, 1968.

De Las máscaras del tiempo no voy a decir nada porque no la recuerdo. Sé que no me gustó y me costó terminarlo, pero poco más.
El escritor de una obra tan descomunal no puede, evidentemente, estar siempre a la misma altura. Se coincida o no con otros lectores en el juicio, en eso estarán todos de acuerdo. Hay obras menores, o aburridas, y esta es, creo yo, una de ellas. Supongo que dentro de un tiempo la releeré por si ocurre que no supe entenderla en su momento.
La portada de Antoni Garcés es, como todas las suyas, maravillosa.


Silverberg, Robert, El hombre en el laberinto, ed. La Factoría de Ideas, Madrid, 2012. Trad. Almudena Romay Cousido.
The Man in the Maze, 1969.


Tanto el hombre como el laberinto son reales en la novela: no es un título meramente simbólico. El hombre es el protagonista, Richard (Dick) Muller, y el laberinto es la obra de una desconocida raza alienígena en el planeta Lemnos. Muller vive allí en completa soledad porque se ha exiliado del resto de la humanidad a causa de una modificación que le realizaron otros alienígenas, los del planeta Beta Hydri IV, telépatas que no podían comunicarse con él mediante el lenguaje humano. A Muller le abren, por decirlo así, las compuertas de la mente, de modo que su flujo psíquico puede percibirse y eso lo hace insoportable al resto de los humanos, su amada Marta incluida. Nadie le soporta por su emanación mental, pero será por eso por lo que lo van a buscar al peligroso laberinto, ya que es lo único que, a lo mejor, puede llegar a la incomprensible nueva raza alienígena, los extragalácticos. Muller no quiere servir de conejillo de indias otra vez, pero tampoco se resigna totalmente a su soledad; añora el contacto con sus semejantes. Este dilema, seguir aislado o volver, es el laberinto mental particular de Muller, que no ve una salida clara. En la novela se explicita a través de pensamientos del protagonista y de diálogos mantenidos con Ned Rawlins, hijo de un antiguo amigo suyo. El aderezo aventurero lo pone el peligroso laberinto, erizado de trampas mortales, y la narración en flashback de la operación diplomática anterior de Muller en el planeta Beta Hydris IV.
Es una buena obra de Silverberg. Se lee de un tirón, entretiene y contiene ideas sobre, al menos, el miedo al rechazo, la esperanza, la mentira, el sacrificio y la inocencia.
Imagen de LupulSinguratic
Sigue una estructura cronológica lineal, con recuerdos (flashbacks) insertados, pero se advierte una mínima experimentación formal en la numeración de los capítulos, caótica, quizá reflejo del laberinto, y en su longitud, sumamente dispar. Los capítulos se distribuyen de la siguiente forma: 1- 2 - 3 - 2 -2 -3 - 3  (dieciocho páginas) - 4 - 2 - 3 - 5 - 6 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - 7 - 8 - 9  (una línea) - 10  (una línea) - 11 - 3  (una línea) - 7 - 5 - 3 - 10 - 13  (vacío, sin escritura) - 14 - 15 - 16 - 17  (una línea) - 18 - 19 - 20 - 21 - 22 - 23 - 24 - 25 - 7 - 2 - 3 - 4 - 8  (veinte páginas) -9 - 2 - 3 - 4 - 10 - 2  - 3 - 4 - 11 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - 7 - 12 - 2 -  3 - 4 - 13 - 2 -3 - 4 - 5.
No sé si sigue algún patrón; creo que no. Lo que más se repite es 2 y 3; solo hay un 1, el primer 13 no contiene escritura, acaba en 5... No creo que tenga una especial significación, solo eso, formar un laberinto numérico, curioso juego que acerca la novela a la experimentación formal de la narrativa de los años sesenta y setenta. Aquí conviene recordar que Silverberg no es un escritor de ciencia ficción del montón: es un hombre de una vasta cultura literaria que asoma en sus escritos.


Silverberg, Robert, Alas nocturnas, ed. Edhasa, Barcelona, 1979.
Nightwings, 1969.

Para mí, esta es una de sus mejores novelas. Como en otras, combina ciencia ficción con una ambientación medievalista de gentes ambulantes, mercadillos, malabaristas, pequeñas poblaciones separadas unas de otras por campos agrestes, jerarquía social muy marcada, y otros detalles de ese tipo en un lejano futuro de la Tierra. La leí hace unos diez años, por lo que no recuerdo detalles concretos, aunque sí que me gustó mucho su historia y ambientación tirando, como en el título, a nocturna y decadente. Se da el que para mí es su tema favorito, el tema de la comunicación frustrada, la mentira, la ocultación de verdades fundamentales. Es una obra imprescindible para los que gusten de la ciencia ficción. Por suerte, existen numerosas ediciones y es muy accesible.


Silverberg, Robert, Regreso a Belzagor, ed. La Factoría de Ideas, Madrid, 2002
Downward to the Earth, 1969.

Otro gran título. Junto a temas como el viaje expiatorio y la incomunicación, que se menciona expresamente en alguna parte del libro (capítulo siete), el libro se presenta como un relato de aventuras en una naturaleza alienígena donde el protagonista tratará de descubrir la relación entre varias de las diferentes especies del planeta (nildores y sulidores). Aparece una droga esencial: el "veneno prohibido" y, curiosidad, una cita latina que debe gustar a Silverberg y que en he leído en otro libro suyo (Muero por dentro): In vino veritas. Es un buen libro que se disfruta por sus aventuras y descripciones de paisajes. La parte filosófico religiosa se lee con interés: ni aburre ni sobra, ya que forma parte de la trama.
Creo que, por desgracia, lo han descatalogado.


Silverberg, Robert, La torre de cristal, ed. La Factoría de Ideas, Madrid, 2010. Trad. Almudena Romay Cousido.
Tower of Glass, 1970.

El multimillonario Simeon Krug está construyendo una torre que debe tener al menos mil quinientos metros de altura para poder enviar desde ella mensajes instantáneos, superando la velocidad de la luz, a una lejana estrella origen de ciertas señales numéricas, es de suponer que de una raza inteligente. La torre está siendo edificada a gran velocidad con un alto coste en accidentes laborales de los androides que trabajan en ella. Los androides son creación del mismo Krug. En principio, la construcción de esa torre, entre septiembre de 2218 y febrero de 2219, parece ser el motivo central de la novela. Pero pronto descubrimos que una trama aparentemente secundaria es la que importa verdaderamente: la de las dudas de los androides por definir su identidad, si son personas de pleno derecho o meros sirvientes de los humanos y si la mejor forma para decidir quiénes son realmente pasa por el activismo político o por la religión (Krug es su dios). En esta incertidumbre sobre la naturaleza de los androides hallamos el núcleo del relato y el que lo conducirá a su desenlace. La situación de estos marginados sociales del futuro es comparada con la de los negros estadounidenses en el pasado, sin derechos, y ocasiona una serie de cavilaciones sobre creadores y creados, libertad o esclavitud y rebelión o sumisión. No son unos pensamientos que adquieran tintes excesivamente filosóficos o religiosos, pero son temas potentes para la reflexión. El autor lo muestra desde una óptica intimista, entrando en los pensamientos vacilantes de humanos y androides.
Adereza la reflexión una ciencia ficción tecnológica: en la Tierra se puede viajar instantáneamente a cualquier punto gracias a los teletransportadores (me pregunto si no tomaría de aquí la idea Dan Simmons para su Hyperion) y otros medios de transporte entre los que se encuentran las naves espaciales (cobrará mucha importancia una de ellas). Además, destaca un entretenimiento, la Derivación, que consiste en la capacidad de conectar una mente a otra y así entrar en los pensamientos de la otra persona con la que se esté. Como se ve, las características notas de Silverberg de intimismo, dudas, religión, sexo (lo hay entre androides y humanos y entre androides por primera vez), telepatía y, por supuesto, comunicación (la comprensión de los verdaderos sentimientos de Krug hacia los androides será lo que precipite los acontecimientos) abundan en la novela. Esta es, por esa mezcla de acción y reflexión, una obra típica de Silverberg, que disfrutarán todos los seguidores del autor.
El libro, por cierto, ha sido descatalogado recientemente, pero supongo que se podrá adquirir en formato electrónico.
Silverberg, Robert, Tiempo de cambios, ed. La Factoría de Ideas, Madrid, 2008.
A Time of Changes, 1971.

En dos palabras: (in)comunicación y droga. Suena mal, pero no es mala novela. Poco espectacular comparada con otras, como las dos anteriores, es más psicológica. En una sociedad donde el Pacto prohibe expresar los propios sentimientos y emociones y las palabras "yo", "mi/mí" y similares son obscenas, algunos como el protagonista sienten la necesidad de abrirse a los demás, y lo conseguirán mediante una droga de la que, como en otros libros, se describen los efectos. Por lo demás, hay viajes, sexo, huidas y persecuciones, religión, poder... Me ha gustado, pero me chirrían dos detalles. Uno: en un mundo donde la ambientación es pseudomedievalista o primitiva, de tecnología poco evolucionada, comunicaciones a pie o en barco, cartas, documentos no informatizados, etc.,  me chocan ciertos detalles como los teléfonos que aparecen de vez en cuando. Lo encuentro anacrónico dentro del propio tiempo de la novela respecto, ya digo, a otros datos.
Lo otro que no me cuadra es algo que no tiene nada que ver ni con el autor ni con el texto, sino con la editorial, y es la portada del libro, que no se refiere a nada del contenido. Puede parecer una frivolidad el comentario, pero lo primero y lo que más se ve de un libro es su portada, y más si consiste por completo en una imagen. Una de las labores editoriales que supongo más importantes, porque atrae compradores (y el librito cuesta casi 20 euros) es la elección de su imagen de portada. Para mí, esta es una mala elección. En sí, está bien, pero sería, entiéndase, como si se la ponemos al Quijote. No pega.


Silverberg, Robert, El mundo interior, ed. Orbis, Barcelona, 1985.
The World Inside, 1971.

Grande, grande. Para mí, la mejor obra de Silverberg.
La humanidad vive enclaustrada en enormes torres de apartamentos  donde tienen todo lo que necesitan y las mujeres son compartidas. Si alguien se cuestiona el sistema, ahí están los psicológos reformadores de conducta para corregirlo. La insatisfacción personal lleva al protagonista a escapar, a convertirse en un renegado para su sociedad, que ya no lo admite, y tampoco encaja en el exterior. Un espíritu libre y crítico, en pleno ascenso al poder, que sopesa las ventajas e inconvenientes de su sociedad y descubre que no le gusta y que, sorpresa, está solo en su descubrimiento: no va a tener seguidores y eso... No desvelaré el final, memorable y emotivo. Es una grandísima novela sobre las sociedad y nuestro papel en ella, la colectividad y el individuo, la verdad dolorosa o el dulce engaño, la fidelidad, la traición, el poder y el amor.

Silverberg, Robert, El proclamador. La ida, ed. Albia, Bilbao, 1978. Trad.: Doris Rolfe.
Thomas the Proclaimer. Going, 1971.

Dos novelas cortas integran este curioso volumen de los años setenta. La primera de ellas, El proclamador, narra un episodio divino, un milagro de alcance mundial: la Tierra deja de girar sobre su eje durante veinticuatro horas a partir de las 6:00 del 6 de junio de 1999, seis meses antes del fin del milenio. Este hecho lo anuncia (lo "proclama") Thomas, un predicador religioso cuyos pensamientos se nos revelan y que está lleno de dudas, ya que pese a que él fue quien lo anunció, no tiene mayor contacto con la divinidad. Para el milagro pidió que toda la humanidad rezara a la vez (otro ejemplo de "All together now", tan abundante en los setenta) y ahora no sabe si la Tierra se va a quedar así o qué. La acción de la novela es esa. El resto lo componen imágenes de distintas sectas, cultos y religiones que reaccionan cada una a su manera al milagro, porque no está tan claro como podría parecer que sea un acto divino... Es un relato con mucha religión y muchas religiones, demasiadas, cada una independiente de las demás y de todo. Supongo que ese es el sentido, el mensaje. Pero no está muy claro.
La ida nos sitúa en un mundo utópico donde los avances en medicina han alargado el tiempo de vida hasta el doble más o menos del actual. La forma habitual de abandonar el mundo es eligiendo uno mismo el momento. Henry Staunt, famoso compositor, decide que el tiempo de su "ida" ha llegado, así que llama a un guía, que es amigo suyo, y se va a un centro donde permanecerá hasta que él decida morir.
El tema es, en el fondo, duro, ya que es la elección del momento de la muerte, una eutanasia o suicidio planificado. En la novela, se plantea como una cuasi obligación moral para dejar sitio a las nuevas generaciones, lo que ilustran con la metáfora de una rueda girando. Staunt no tiene dudas ni miedo, pero a la vez no acaba de decidirse e incluso inicia una nueva ópera. Al final, se "irá", pero declara que sigue pareciéndole dulce la vida. Es una narración, como la anterior, ambigua.
En algunos sitios de internet donde se comentan estos dos relatos, elogian el formato, género o lo que sea de la novela corta o cuento largo. Yo creo que esta fórmula rara vez, y estas son del caso común, ofrece resultados satisfactorios por su misma indefinición: ni da tiempo a desarrollar bien las ideas, tramas, personajes, etc., ni obliga a la condensación del cuento, y por eso mismo se quedan como novelas embrionarias que no cierran bien sus conclusiones. Yo prefiero cuentos o novelas de Silverberg a estas novelas cortas.
La portada de la edición merece un comentario: la escultura, horrible, aparece centrada en medio de la nada, con un pie cortado pero mucho aire por arriba y con el objeto que porta desenfocado. Resulta difícil encontrar más errores de composición de imagen en una portada de libro, por muy de los setenta que sea.

 Silverberg, Robert, El libro de los cráneos, ed. La Factoría de Ideas, Madrid, 2003. Trad. Carmen Borlacho Goitisolo.
The Book of Skulls, 1972.

Cada capítulo está contado desde la perspectiva de uno de sus cuatro protagonistas: se alternan en la narración de la historia el judío filólogo, estudioso de lenguas romances, Eli, que traduce el libro del título al inglés desde el catalán medieval, nada menos; el homosexual Ned; el hijo de papá, prototípico triunfador,Timothy; y el granjero que huye, exitosamente, de un futuro sin futuro en Kansas, Oliver.
Se dirigen en coche de Nueva Inglaterra a Arizona, ahí es nada. Son unos 3.700 kilómetros que dan para una especie de "road movie" inicial con paradas en Nueva York y Chicago entre otros lugares para dormir y tener sexo rápido (aunque Eli se prenda de una chica) antes de llegar a su destino.
El libro de los cráneos, el manuscrito de la novela, dice que deben llegar cuatro candidatos al templo, y que dos de ellos alcanzarán la inmortalidad, mientras que uno de los otros deberá ser sacrificado y otro deberá siuicidarse. El planteamiento, muy impactante, da para una historia morbosa que en manos de otro escritor más comercial se hubiera quedado, seguramente en eso, en una lucha de gladiadores; pero que en Silverberg sirve para vaciar el alma de los protagonistas: el libro es, de principio a fin, confesional. Los jóvenes (de veinte años y medio a veintidós) hablan de sí mismos y de los demás. Unos perfiles están mejor definidos que otros: Eli es un trasunto, claramente, del propio autor: judío introvertido, enamoradizo, timorato, estudioso. Timothy es guapo y tiene dinero de sobra para mostrarse indolente y pasivo antre todo; es al que más le da igual el asunto de la secta y se toma el viaje como unas vacaciones más de Semana Santa. Es, curiosamente, el que aporta la única nota de humor del relato, al recordar el desastroso encuentro de los padres de los cuatro chicos. Un inesperado y brillante humorismo chispea en esas páginas (91 a 95 en mi edición), lo cual hace lamentar que Silverberg no haya recorrido ese camino más asiduamente. Los otros dos, bueno, no son los personajes más redondos que recuerde. Ned es homosexual declarado y militante, y eso, visto desde la óptica de Silverberg, hace que se vea un frívolo promiscuo, superficial y monotemático. Que además sea escritor es lo de menos: es un rasgo trasladado de Eli para que este no sea tan autobiográfico. Una de las pruebas que deben llevar a cabo en el monasterio es que uno confiese al otro su secreto más íntimo, el que los hace vulnerables a cualquier ataque. La historia de Ned es previsible y tópica. La de Timothy casi que también. La de Oliver es increíble, directamente, máxime si recordamos que en otro momento de la novela manifiesta que el incesto, entre hermano y hermana, es común en Kansas de lo mucho que se aburren, algo que suena también a exageración tremenda. ¿Eso sí pasa y lo de la confesión, que no revelaré aquí, no es admisible? No es creíble. Y el tratamiento a las mujeres, en fin, no sé si recomendar el libro este a ningua, porque no pasan de ser de usar y tirar. Para empezar, Timothy y Oliver se intercambian novias como si fuesen cromos, y de paso, Timothy le presta la suya (Margo) a Eli. Ella, encantada. Por el camino las buscan para satisfacerse y tener donde dormir, y en el templo, una de las pruebas es, por así decirlo, bastante lúbrica: las tres mujeres que hay, de las que no se dice ni el nombre, sirven para que las tomen cada noche los cuatro, una tras otra, y templar así su resistencia (la de ellos) al sexo. Vamos. Este libro puede ser la pesadilla de toda feminista. Mejor disfrutarlo sin tomar en consideración estos aspectos, el tratamiento de la homosexualidad y el lugar de la mujer en la sociedad, que no son, sin duda, lo más logrado del autor.


Silverberg, Robert, Muero por dentro, ed. La Factoría de Ideas, Madrid, 2001.
Dying Inside, 1972.

No es ciencia ficción en ningún sentido, salvo que el protagonista es telépata; cada vez menos porque va perdiendo su poder (de ahí el título) y no es el único. Por lo demás, es una novela muy de los setenta, y parece bastante autobiográfica, o podría serlo: el protagonista, Selig, rememora sus tiempos de estudiante universitatio, sus novias, drogas, amigos, familia, trabajo, etc. Su telepatía en vez de contribuir a su sociabilidad, lo aleja de los demás porque sabe demasiado sobre ellos. El estilo narrativo es algo, para mí, pesado, porque al tema psicologista le sigue una forma de casi continuo monólogo interior. El protagonista se atormenta y culpabilliza por su don, que le causa más pesares que alegrías, y, de hecho, se empezará a llevar bien con su hermana y su sobrino cuando pierda su poder.
Contiene, algo poco habitual en el autor, digresiones, ya que el protagonista vende sus trabajos sobre literatura a universitarios vagos que no quieren hacerlos, y aprovecha para insertar parrafadas sobre El proceso y El castillo, de Kafka, entre otros. A mí me gustaron esos fragmentos, pero son, repito, digresivos. La novela está más cerca de la narrativa psicológica que de la de ciencia ficción, lo cual conviene tener en cuenta para no llevarse una decepción. De todos modos, la sacaron en formato grande, luego en bolsillo y han terminado, para variar, por descatalogarla, así que va a ser difícil de encontrar fuera de tiendas de libros de segunda mano o bibliotecas.


Silverberg, Robert, La fiesta de Baco, ed. Caralt, Barcelona, 1978. Trad. Beatriz Podestá y Antonio Prometeo Moya. 
The Feast of St. Dionysus, 1973-1975.

Se trata de un volumen que reúne cuatro cuentos escritos entre los años 1973 y 1975; es decir, poco después que las ya comentadas novelas Muero por dentro y El libro de los cráneos. Son relatos que contienen un indefinible pero perceptible aire de los setenta en su afán de libertad, de romper con tabúes sexuales y sociales, en su reivindicación de otras formas de vida alejadas del estándar, en resumen. Seguramente, en el futuro se vea a Siliverberg como escritor paradigmático de aquella época por títulos como este.
1. La fiesta de Baco. Buscando la expiación de un sentimiento de culpabilidad que le atormenta implacablemente, el protagonista John Oxenshuer huye al desierto, donde se encuentra con una extraña comunidad de hombres y mujeres que viven de forma alternativa a la sociedad. No los llama así, pero podemos decir que son hippies (o jipis, como recomienda la RAE). Entre ellos intentará John paliar esa culpabilidad que se trajo de su expedición a Marte y que es inmerecida.
Temas típicos del autor: culpabilidad, soledad, necesidad de integración pero con cierta renuencia, y vino: mucho, mucho vino. Al autor le debe de encantar el vino, porque aparece en todos sus libros de una forma u otra.
2. Viajes. El viaje en el tiempo se conjuga en este relato con el viaje por otras dimensiones alternativas, otros de los universos infinitos adosados al nuestro. El protagonista viajero termina por encontrarse a sí mismo y a su mujer en otro de esos universos, sin consecuencias trágicas, afortunadamente.
3. En la casa de las mentes dobles. Protagonismo femenino para un relato ambientado en un centro donde se forma a los jóvenes aprendices en la habilidad para manejarse con los dos hemisferios cerebrales disociados, lo cual les capacita para adquirir una nueva visión de las cosas, más, digamos, holística; menos mediatizada por la cultura oral y escrita, por el lenguaje.
4. He aquí el camino. Bella fantasía donde se cruzan razas homínidas con ambientación sociocultural vaga pero apreciablemente medievalista. Distintas razas tradicionalmente indiferentes o enfrentadas entre sí deben llegar a equilibrios pactados ante amenazas comunes. El fondo fantástico es bastante peculiar, si bien me recordó fuertemente al inicio de La historia interminable, a su primer capítulo, en el que se encuentran de noche en el bosque, de camino a la Torre de Marfil, un fuego fatuo, un comerrocas, un silvo nocturno y un diminutense. Teniendo en cuenta que este relato es anterior al libro de Ende (1979), me pregunto si no llegó a leerlo y le sirvió como inspiración, al menos en parte.


Silverberg, Robert, Sadrac en el horno, ed. Ultramar, Barcelona, 1989.
Sadrac in the furnace, 1976.

No es una gran obra, aunque tiene su interés. Se centra en el poder, ya que trata de un todopoderoso tirano muy unido a su equipo médico, que le va "parcheando" para que siga vivo y coleando. Como curiosidad, diré que está situada en el reciente año de 2012. No la recuerdo demasiado, pero sí que es algo angustiosa y que termina bien para el protagonista.



Silverberg, Robert, Juegos de Capricornio, ed. Caralt, Barcelona, 1979. Trad. J. M. Pomares.
Capricorn Games, 1979.

Extraño ramillete de cuentos, no todos logrados, que se mueven entre la ciencia ficción y la autobiografía.
1. Juegos de Capricornio se ambienta en una fiesta de cumpleaños en la que una persona puede ofrecer la inmortalidad a unos pocos elegidos. El giro a lo Cortázar del final no está muy bien conseguido.
2. La sala de la fama de la ciencia ficción ofrece retazos de literatura clásica del género en un marco más o menos realista que puede suponerse autobiográfico. Resulta interesante comprobar lo fácilmente que se mueve el autor por los distintos registros de la ciencia ficción.
3. La señorita Found en una máquina del tiempo abandonada es poco parecido a su largo título. El personaje central critica algunos aspectos de la sociedad y la política estadounidense del momento, finales de los setenta. El final resulta curiosamente unamuniano.
4. Nave-hermana, Estrella-hermana es el primer cuento del libro que puede incluirse en la ciencia ficción como tal. Es una bonita historia con nave espacial, velocidad superlumínica, telépatas, estrellas, etc.
5. Un mar de rostros me recordó a La muerte del doctor Isla, de Gene Wolfe, por tratar también de una novedosa y arriesgada terapia psicológica. No es un cuento memorable, la verdad.
6. El dybbuk de Mazel Tov IV combina tradición judaica con extraterrestres. Estas mezclas no suelen funcionar. Aún así, es curioso.
7. Un pequeño burócrata. Hay que llegar al final para leer la mejor historia. Trata de la búsqueda desesperada del programa maestro robado del ordenador central de un distrito, Ganfield Hold, de la enorme ciudad en que se ha convertido la Tierra. El protagonista debe atravesar distritos hostiles acompañado de extraños aliados para recuperar el programa de manos de la ladrona, su esposa del mes, Silena. Es un buen cuento que merecería figurar en alguna antología más selecta del autor, si algún editor se dignase a realizarla.


Silverberg, Robert, El castillo de lord Valentine; El laberinto de Majipur; Crónicas de Majipur; Valentine pontífice, ed. Ultramar, Barcelona, 1988.
Lord Valentine's Castle, 1980. Majipoor Chronicles, 1981. Valentine Pontifex, 1983.

Esto fue lo primero que leí de este autor y me fascinó. La crítica, si juzgamos por las palabras del autor de la nota incliuida en Regreso a Belzagor, no lo considera muy bueno. Dice que la serie va desde lo correcto declinando paulatinamente. A mí no me lo parece. Las aventuras de lord Valentine en el inmenso planeta Majipur sin saber quién es ni dónde va ni què hacer atrapan por sus incógnitas. Las descripciones del mundo de los malabaristas ambulantes merecen su lectura por lo inusitado de una explicación del placer en representar estas actuaciones circenses ante el público y llevar una vida errante, nómada.
La editorial Ultramar lo publicó en dos tomos, pero el original, que Acerbo respetó, es un solo tomo.

El tercero, Crónicas de Majipur, consiste en diez relatos enmarcados por Epílogo y Prólogo, donde se recorren personajes y épocas de diferentes lugares del planeta. Puede parecer alejado de la trama principal, pero Silverberg
se desenvuelve muy bien en las historias cortas. Aparecen personajes nuevos y algunos de las otras novelas, además de diferentes espacios. Algunos cuentos, como el titulado Una ladrona de Ni-Moya, se leen con auténtico placer. Ninguno me ha resultado aburrido.

El último libro, Valentine pontífice, es, para mí, el más flojo. Ya resuelta la trama principal, ahora la acción se centra en el complot de los metamorfos para hacerse con el control del planeta. Aunque menos interesante que los otros, también porque el factor sorpresa de los primeros ya no cuenta en este libro, si se disfrutaron los anteriores, también gusta este último. Y digo último porque a España no han llegado más; pero en la bibliografía de Silverberg constan más títulos ambientados en Majipur: The mountains of Majipoor, de 1995; Sorcerers of Majipoor, de 1997; y Lord Prestimion, de 1999. Por mucho que la serie decaiga, a los afinicionados nos gustaría que alguien la publicara. La leeríamos gustosos. Al menos, la compraríamos, que es lo que importa a las editoriales.


Silverberg, Robert, Rumbo a Bizancio, ed. Robel, Madrid, 2004.
Sailing to Byzantium, 1985.

Una interesante y bella novela corta donde aparece el viaje en el tiempo con un tratamiento que a mí me recordó al que le da Simmons en Ilión y Olimpo. Ambientada en un futuro lejano utópico en que los humanos se dedican a ir de viaje divirtiéndose en ciudades antiguas recreadas, a veces se resucita a algún antiguo como el protagonista. El autor describe una humanidad muy homogénea en la que las diferencias raciales han desaparecido y los hombres y mujeres poseen rasgos caucásicos, africanos y asiáticos proporcionados y equilibrados. Esto lo han previsto pocos escritores de ciencia ficción, que yo sepa, y es una evolución futura plausible.
El otro relato del libro, Bailando en el aire, de Nancy Kress (Dancing on Air, 1997), es muy interesante y ameno. Trata el sacrificado mundo de la danza en un futuro en que los bailarines se someten a tratamientos para incrementar sus potencialidades.

Por desgracia, la editorial Robel ya no existe. Es una pena, porque publicó grandes obras en su colección El Doble de Ciencia Ficción. Aquí vende lo que vende, y la literatura de este género, aunque sea excelente, no es lo más popular, precisamente.

Silverberg, Robert, Al final del invierno, ed. B, Barcelona, 1990. Trad. Paola Tizano.
At winter's end, 1988.


En esta novela se aprecian muy claramente los motivos llamados de la ciencia ficción "New wave" o "Nueva ola". La habitual carga psicológica de los personajes creados por Silverberg, cada uno con sus inclinaciones, preferencias y rechazos, fuentes de roces y reequilibrios con los demás personajes, se une a una vuelta a lo primitivo, a lo esencial, a la Tierra virgen. En resumen, la novela trata de un grupo de (post)humanos que, tras vivir en cuevas durante 700.000 años debido al frío en la superficie del planeta, salen a la nueva primavera. Este grupo de sesenta miembros liderado por una mujer se enfrenta a una Tierra que no es la nuestra, sino los restos de una civilización muy avanzada en la que junto a los humanos habitaban otras razas, casi todas ellas desaparecidas ya. Los animales y plantas son, asimismo, desconocidos para nosotros. Es decir, el lector va descubriendo el mundo exterior a la vez que los personajes, lo cual es un logro narrativo del autor, ya que si describiera nuestro mundo supongo que solo conseguiría aburrirnos. El grupo se instala en las ruinas de una ciudad de la que tratará de desenterrar maravillas tecnológicas perdidas. Silverberg, claro está, no se limita a deslumbrar, sino que los hallazgos sobre la civilización perdida van a servir sobre todo para iluminar cuestiones relativas a la identidad profunda de los nuevos habitantes del planeta. Estos, por otra parte, constituyen una sociedad muy elemental que celebra ritos a menudo con ocasión de cada amanecer, mayorías de edad, uniones, natalicios, etc. y que adora a unos dioses elementales. La psicología de los miembros más relevantes del grupo entra varias veces en conflicto con los intereses de ese grupo, solucionándose no siempre de forma pacífica, aunque existe reconciliación final y esperanza en el futuro, cuando la Tierra se repueble con los grupos que vayan surgiendo del largo invierno.
En definitiva, es una bella novela sobre el renacimiento y la esperanza, sobre la vida más allá de la cuasidestrucción. El clásico tema de la civilización postapocalíptica adquiere una dimensión humana y emotiva en manos del genial Silverberg.

 Silverberg, Robert y Harber, Karen, Tiempo de mutantes, ed. B, Barcelona, 1993. Trad. Hernán Sabaté.
Mutant Season I, 1989.

Pfff. Vaya bodrio. Para empezar, no la ha escrito Silverberg. Él dice en el prólogo que escribió un cuento homónimo publicado en 1973 y que años después un amigo suyo le dijo que lo ampliara a novela, y que podría hacerlo su mujer (Karen Harber, la segunda; la primera fue Barbara Brown). La colaboración ha consistido en tomar la idea del cuento (no lo he leído, así que no juzgo el grado de fidelidad) y poner el nombre Robert Silverberg en la portada. La novela, evidentemente, es de la mujer, y es una novela rosa bastante mala, repleta de familias, matrimonios, enamoramientos, encuentros, rupturas, bodas, etc. En los diálogos (sosos y banales) se dicen cosas como "Estoy enamorada de él" o "la única respuesta a nuestras preguntas es el amor". Hay que hacer un esfuerzo continuo y sostenido para leerlo y, la verdad, no merece la pena. En una página web dedicada al escritor, Majipoor, se dice que esta novela inspiró una serie de televisión francesa en 2010. A lo mejor en pantalla da mejor que en papel, no sé. Yo no se la recomiendo a nadie.


Silverberg, Robert y Asimov, Isaac, Anochecer, ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1993. Trad. Domingo Santos.
Nightfall, 1990.

Este relato es un ejemplo de que cuento y novela son géneros diferentes, y de que lo que funciona en un cuento, en este caso uno de Asimov de 1941, no tiene porqué funcionar en una novela. A mi juicio, las causas son dos: una, que lo que ocupaba unas líneas ahora abarca varias páginas sin añadir nada nuevo, o sea, se diluye lo contado y se convierte en un rollo. Dos, que lo que en el cuento puede impactar y ser creíble, aquí pierde verosimilitud. 
Vamos a ver el resumen: el brillante planeta Kalgash, bañado por la luz de seis soles (cuyos nombres se repiten hasta la saciedad), solo conoce una noche cada 2.049 años debida a un eclipse. Esto solo lo saben unos fanáticos religiosos, los Apóstoles de la Llama, pero ahora lo ha descubierto un astrónomo, Beenay (páginas y páginas sobre lo confuso que está, las comprobaciones que debe hacer, lo mal que se siente... sobran), que se lo comunica a su mentor, el superastrónomo Athor (¡a ver cómo se toma que se contradiga su Ley de la Gravitación Universal!, no sé cómo decírselo, pediré consejo a mi amigo el periodista... Paja y más paja de relleno). Además, la información de Beenay la corrobora la arqueóloga Siferra, que halla en una ciudad excavada (Beklimot) hasta siete niveles de civilización destruida cada dos mil años por fuegos. Ocurre, información que suministra el psicólogo Sheerin, que los habitantes de este planeta son incapaces de estar a oscuras: se vuelven, literalmente, locos. Esto es un obstáculo importante a la credibilidad de la novela, porque no se sostiene. El eclipse llega y la gente se vuelve loca, sobre todo al ver las estrellas: "las Estrellas le aguardaban en toda su terrible majestad [...]. Se sintió abrumado por su visión. [...] Se arrastró por el suelo, ahogado por el miedo" (página 256). Lo que hacen los habitantes de Kalgash es provocar incendios y acabar así con su civilización. ¿Es creíble? Yo creo que no. La última parte se centra en la búsqueda de Theremon, el periodista escéptico, y Siferra, con Beenay y otros (casi todos se vuelven locos pero los protagonistas no, vaya) de una salida, una posible reconstrucción de ese mundo devastado. Para mí, esta es la mejor parte de la novela, aunque es difícil salvarla en el último tercio y el final es un poco raro, por así decirlo.