lunes, 21 de julio de 2014

Ian McDonald

McDonald, Ian, Camino Desolación, ed. Martínez Roca, Madrid, 1992. Trad. Celia Filipetto.
Desolation Road, 1988.

Camino Desolación es el nombre de un pueblo surgido en plena nada del desierto rojo de Marte. El doctor Alimatando lo fundará, guiado por un ser verde, gradcias a la ayuda de una máquina inteligente, casi un semidiós, de la compañía de "hábitats en órbita" ROTECH.
A Camino Desolación comienzan a llegar habitantes, algunos de los cuales engendran allí a sus descendientes. La novela seguirá la línea de varios de esos habitantes, la mayoría de los cuales abandonarán el pueblo para acabar regresando, más o menos inesperadamente, a él.
Por tanto, si las novelas posteriores de McDonald adoptan la forma de historias individuales que confluyen, esta primera es más compleja, ya que todas las tramas parten de un mismo lugar para acabar regresando a él: como la figura de la derecha, pero con flechas de doble punta.
Se la ha comparado con Cien años de soledad. Parece evidente que el autor tomó la novela de García Márquez como inspiración para algunos elementos de esta. Primero, porque lo que se narra es la historia de un pueblo a través de sus habitantes; se da el mismo personaje profético al principio y al final (el doctor Alimatando equivaldría al Melquíades de Márquez) y siguiendo por lo disparatado, el realismo mágico, que en una novela de ciencia ficción no puede adquirir ese nombre ni esa entidad, claro. Pero las historias son suficientemente extrañas como para recordarlo. Por ejemplo, que de dos hermanos, Limaal y Taasmin Mandela (apellido de resonancias hispánicas), el primero se convierta en el mejor jugador de billar del mundo, derrotando al mismo diablo, y la segunda sea hecha santa en vida con poder sobre las máquinas por la Santísima Catilina ("Llámame Cati, por el amor de Dios", p. 172). Como hay al menos un fusilamiento frustrado, la novela podría haber comenzado como la de García Márquez, con algo así como: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el alcalde Dominic Frontera había de recordar...". Sin duda, es mejor que no tuviera esa ocurrencia.
Se multiplican las tramas a un ritmo vertiginoso, si bien la que vertebrará el relato al final será una confluencia de varias de ellas: los personajes de John Stalin, tomado de niño como pago de las costas de un juicio y llevado a la hiperindustrial ciudad de Kershaw, donde ascenderá al poder; el huido Mikal Margolis y la vengativa Arnie Tenebrae, todos ellos luchando por separado para acabar con el pueblo, algo que conseguirán finalmente tras una apoteósica batalla a varias bandas.
Entre medias hay de todo: ferias ambulantes con trenes inteligentes (esto recuerda extrañamente al tren psicópata de La Torre Oscura III: Las Tierras Baldías, de Stephen King, novela posterior a esta), espectáculos de acrobacia aérea; bosques sagrados cuidados por monologuistas capaces de asesinar con su sarcasmo; un fantasma declarando en un juicio; robos de úteros; duelo a muerte entre asesinos, etc., etc. Asoman también atisbos de la superpoblada India de su posterior novela, El río de los dioses, y de las favelas brasileñas de la siguiente, Brasyl, en localizaciones abigarradas, densas, calurosas e insalubres.
Terminan las reminiscencias de Cien años de soledad en un tapiz que muestra el pasado y el futuro  y en fragmentos que recuerdan la gran novela colombiana: "Camino Desolación había desaparecido. Ya no hacía falta. Había servido su propósito y podía volver, agradecido, al polvo; concluido su tiempo, su nombre fue olvidado", leemos en la penúltima página. Sí, definitivamente, recuerda mucho su final al otro.
En definitiva, un destacable relato de un autor cuya obra ha ido perdiendo barroquismo sin perder calidad Si alguien tiene ganas de leer algo parecido al libro de García Márquez, puede probar con este. También para los amantes de la película La leyenda de la ciudad sin nombre, a la que también recuerda fuertemente por momentos.

McDonald, Ian, El río de los dioses, ed. La Factoria de Ideas, Madrid, 2006. Trad.: Manuel Mata.
River of Gods, 2004.


Aunque adquirí este libro hace ya algunos años en una liquidación de las que efectúa la editorial, en 2009, no lo leí hasta hace poco, después de Brasyl y animado por él.
Esta novela sigue un esquema de construcción algo complejo: cada capítulo se centra en un personaje, lo cual es más o menos habitual; pero no lo es tanto que los personajes sean nada menos que ocho, cada uno con una historia diferente que después confluirá con la de los demás, aunque a veces no se descubrirá la conexión hasta muy avanzada la novela. Toda ella transcurre en una superpoblada India del futuro cercano.
El arranque de cada historia es el siguiente: Shiv es un delincuente de los bajos fondos que se dedica al tráfico de órganos humanos entre otras cosas. Con él nos adentramos en el mundo de la delincuencia más sucia y mercenaria. El señor Nandha es un poli Krishna; es decir, se dedica a perseguir inteligencias artificiales que superen un cierto nivel de desarrollo declarado ilegal. Su papel en la historia será el de catalizar pasajes de acción desbocada, tecnología punta, especialización profesional y contraste romántico al episodio protagonizado por su mujer, Parvati, de la que se encuentra cada vez más alejado. Shareen Badoor Khan es secretario de la primera ministra india. Nos adentra en la alta política y protagoniza los más bellos sentimientos de amor reprimido, culpabilidad, recuperación de la infancia y honor. Caerá en desgracia al descubrirse, gracias a una trampa, su atracción por los hermas; pero lo redimirá el frenar las acciones de su mujer, una traidora a la patria. Najia es una joven periodista que cobrará protagonismo al ser la receptora en exclusiva de las comunicaciones de Jivanjee, un peligroso alborotador populista que quiere arrebatar el poder a la primera ministra. Lisa es una científica estadounidense especializada en biología evolutiva y reclutada sorpresivamente por la NASA para investigar un artefacto alienígena de siete mil millones de años de antigüedad. Thomas Lull es también científico, antiguo amante de Lisa. Sus historias confluirán pronto en torno al artefacto alienígena, pero no antes de que Lull sea encontrado por Aj, una extraña joven que parece saberlo todo y que parece directamente extraída de la Angie de Conde Cero, de William Gibson. Tal es un herma, un ser modificado genéticamente que forma un sexo aparte y cuyas emociones son controladas por él mismo mediante un mecanismo implantado bajo su piel. Aporta un componente emocional a la historia y será víctima inocente de los acontecimientos. Y el último gran personaje es Vishram Ray, heredero de una compañía familiar de ingeniería (Ray Power) dedicada a investigaciones sobre la energía de punto cero, energía que se obtendría gracias al trasvase de fuezas procedentes de universos alternativos al nuestro.
Estos son los personajes principales, alrededor de los cuales orbita una pequeña corte de secundarios, algunos muy protagonistas, como Krisham, el amante platónico de Parvati. Solo con ver la lista de personajes y sus tramas de arranque puede advertirse la complejidad del plan novelístico que traza McDonald. Es un plan inteligente, muy bien urdido, que a la vez que conduce las historias hacia un punto, nos muestra un entramado de costumbres y culturas, además de psicologías sociales e individuales de todo un subcontinente, el indio.
Algunas críticas leídas en internet hablan de novela ambiciosa que se va despeluchando a lo largo de sus más de 430 páginas de apretada letrita. El problema está en que, efectivamente, la novela es tan abarcadora y comprende tal cantidad de historias, enlaces, tramas, subtramas, personajes, inventos, lugares, pensamientos, objetos, comidas, eventos y elementos culturales que, si no se lee de forma centrada y en poco tiempo, corre el peligro de percibirse como un totum revolutum sin pies ni cabeza. No es el caso. En el fondo, lo que encontraremos será una excelente novela de ciencia ficción que, aunque a simple vista no lo parezca, mantiene una fuerte conexión con las primeras novelas de William Gibson, las del Ensanche. Concretamente, a Mona Lisa acelerada. Es una emocionante sorpresa encontrarse con este regalo al lector amante de Gibson.
Y es que, por si alguien no lo saca en claro de las sinopsis que circulan por ahí, de lo que va este libro en el fondo es de Inteligencias Artificiales buscando un hogar. Eso une todas las tramas que lo conforman y constituye el tema principal. Por el camino, nos deleitará una India poliédrica, bullente, nueva y antigua a la vez, maravillosamente creada y recreada por el autor. Y, por cierto, la labor del traductor es digna de tenerse en cuenta, ya que incluye numerosas notas al pie, nada menos que 116, aclarando numerosos conceptos que el autor introduce profusamente.
En conclusión: una novela brillante, sorprendente, un hallazgo inesperado para los amantes de la ciencia ficción sobre Inteligencias Artificiales que, a la vez, puede leerse como una panorámica de cultura popular india. Una joya.

McDonald, Ian, Brasyl, ed. La Factoría de ideas, Madrid, 2009. Trad. Virginia Sanmartín López.
Brasyl, 2007.

Esta novela se parece a la anterior en algunos aspectos, como la ambientación en un país de los llamados BRIC por los economistas, muy poblados y con un capitalismo y darwinismo social salvajes. También se parece en la alternancia de capítulos dedicados a distintos personajes con distintas historias, aunque el número se ha reducido mucho: ahora son tres las tramas que confluirán lentamente. En orden cronológico, se nos presenta Marcelina Hoffman, productora de televisión sin escrúpulos del "escandaloso y crispante" Canal Quatro; pero con mayor trasfondo que el de mera mala. De hecho, no es malvada, sino que posee bastante atractivo humano como para que nos identifiquemos con ella. Su historia abarca cronológicamente de 17 de mayo de 2006 al 11 de junio de ese mismo año.
El segundo personaje protagonista es el buscavidas favelero Edson. Nos presentará a los extraños quantumeiros, físicos cuánticos cuya base de operaciones es un camión que rara vez para (¿no se parece esto mucho a cierto elemento del Kraken de China Miéville?). El mundo de Edson pertenece al futuro cercano: del 22 de septiembre de 2032 al 18 de abril de 2033. En principio, es el más extraño de los tres, ya que es en el que primero irrumpen viajeros del futuro o, mejor dicho, de presentes alternativos.
Por último, en un raro viraje que nos lleva al Brasil colonial y esclavista del siglo XVIII, asistimos a la historia del padre Luis Quinn, cura atípico que no se arredra ante la violencia y que se adentrará en las selvas brasileñas en busca de un renegado apóstata, el padre Diego Gonçalves. El exotismo espacial y temporal de esta parte (que abarca del 19 de junio de 1732 al 3 de septiembre de 1733) supone un hábil contrapunto a la sociedad altamente urbana y tecnológica de las otras dos historias, si bien a medida que avanza el relato se irá enrareciendo cada vez más y más.
El punto de unión es misterioso: desconcierta ir leyendo sin saber a dónde va a parar ni qué tienen en común unos personajes y circunstancias con otros salvo extrañas armas (el Filo Q) y ataques inesperados, además de dobles-replicantes perfectas, tanto de Marcelina, que se enfrentará a sí misma en una apoteósica lucha final, como de la quantumeira Fia. La unión, decía, resulta esquiva, lo cual incrementa muchísimo el suspense: saber a dónde va a parar esto hace que leamos sin descanso, además del aderezo de un Brasil repleto de referencias culturas populares: futebol, bailes, comidas de todo tipo, favelas, clases sociales...
Yo no creo que sea una novela fallida o semifallida, como comentan otros lectores por internet. Evidentemente, unos motivos atraerán más que otros a diferentes lectores; pero eso lejos de ser un defecto es una virtud notable, ya que significa que es capaz de variar estilos y ritmos. Es una grandísima novela, una joyita que confirma a McDonald como un autor de primera fila, admirable, sin duda.